Minusvalorar el verdadero alcance del cambio digital. A veces, una empresa puede malinterpretar una situación desde el principio, por ejemplo, al no examinar cómo las fuerzas digitales cambiarán una industria o tener una visión corporativa insuficiente para ver y dimensionar productos e innovar en el modelo de negocio. El hecho de no tener una comprensión sólida de lo que está sucediendo en el sector, puede dar lugar a un cambio superficial o limitado en la transformación digital. Raskino comenta que las empresas deberían pensar en “digital” para reinventar lo que hace su sector.
Demasiado pensamiento interno. Con demasiada frecuencia, las empresas se centran en lo que quieren hacer, en lugar de analizar las necesidades del cliente, las oportunidades que presentan, y en tener una visión completa de su mercado y sus competidores para obtener ejemplos y aprendizajes. Raskino comentó que este tipo de pensamiento presupone que el cambio digital es solo otro cambio en el modelo operativo, lo cual no es así. “El foco en el modelo operativo no tiene en cuenta todo el mercado. Se centra principalmente en la eficiencia y la eficacia. Focalizarse en el modelo de negocio conlleva tener en cuenta el mercado y cómo monetizarlo. Los proyectos de transformación digital más exitosos se basan en una perspectiva de afuera hacia adentro”, comentó.
“No es mi trabajo”. Algunas juntas directivas tratan la transformación digital como un problema de gestión y no como parte de su rol, mientras que, al mismo tiempo, algunos miembros del equipo directivo evitan el tema y lo tratan como algo que es responsabilidad de TI. Este comportamiento de disociación en cascada impide un cambio real. La transformación digital debe ser parte de la misión de la organización y del núcleo de sus líderes. Si no es así, se puede conseguir un progreso irregular, pero no se conseguirá un progreso transformacional real.
El concepto “digital” no está definido. Los objetivos son imprecisos. La empresa tiene una visión borrosa y confusa para la transformación digital, porque no se ha definido el concepto digital. No existen detalles asociados ni un plan coherente. Hay aspiraciones y una serie de proyectos interesantes, y hay voluntad, pero no hay especificidad en lo que realmente es la trayectoria digital. Las empresas deben hacer el trabajo duro por adelantado para definir sus metas, establecer objetivos y métricas específicos y, a continuación, medirlos para garantizar que el proyecto de transformación esté encaminado.
Incrementalismo. Cuando el concepto digital no está definido, las iniciativas solo pueden centrarse en mejorar hoy en día, y no en poner en marcha la financiación, los sistemas y los planes específicos para la transformación real. Los directivos deberían preguntarse: ¿Es realmente “transformacional”? El significado de esta palabra se ha diluido mucho. El negocio digital funciona al nivel de ingresos, cambio del modelo de negocio y reinvención del producto. Busca la inversión estructural. Si no existe, es muy poco probable que se transforme realmente.
Mentes fijas. Una mentalidad fija es aquella con las capacidades limitadas. Las personas con mentalidades fijas no están en modo de aprendizaje. Las organizaciones deben aprender a desarrollar una mentalidad de crecimiento, para crear una cultura innovadora que prospere en la era del negocio digital. Una mentalidad de crecimiento permite que se puedan desarrollar nuevas capacidades a través del aprendizaje inteligente, buenas estrategias y aportaciones de los demás. Los que adoptan esta mentalidad ven los desafíos como oportunidades para crecer y evolucionar, y son resilientes incluso cuando se enfrentan a un fracaso.
Planificación en exceso. La transformación del negocio digital se basa más en hacer cosas que en planificar. Las empresas pueden quedar atrapadas en interminables ciclos de parálisis por análisis, lo que ralentiza el proyecto de transformación. Para combatir esto, las organizaciones deberían institucionalizar el enfoque de “lean startup” a todos los niveles. El enfoque de “lean startup” favorece el poder experimentar la planificación de arriba a abajo (“top-down”). Este proceso tiene como objetivo crear de forma rápida e iterativa un producto novedoso, para convertirse en un “producto viable mínimo” que pueda ser entregado al cliente, y después, a través de la retroalimentación, el producto continúe evolucionando.
Tecnocentrismo. Las empresas deben evitar dejarse llevar por el bombo publicitario sobre la “próxima gran cosa” (“next big thing”). En su lugar, deberían centrarse en reinventar su sector a través de herramientas tecnológicas. La transformación nunca es hacer solo la próxima gran cosa. “Céntrate en las necesidades no satisfechas: las necesidades del mercado y los clientes a los que nuestro sector nunca ha llegado anteriormente”, comentó Raskino. “Utiliza las herramientas tecnológicas colectivamente para crear soluciones que permitan hacer cosas que nadie ha podido realizar antes”.
9. Ceguera cultural. La cultura es uno de los mayores obstáculos para escalar la transformación digital. La cultura se percibe como algo grande, poco manejable y difícil de cambiar. Los atributos que pueden ser barreras culturales para algunos son, de hecho, facilitadores para otros. Las empresas deben centrarse en restablecer el propósito y las creencias para impulsar el cambio cultural. Determina el objetivo de la empresa, lo que genera para el mundo y cuáles son las creencias de las personas que vienen a trabajar cada día. Utiliza “hacks” culturales, algunos de los cuales se pueden implementar en menos de 48 horas, para cambiar la cultura de ser una barrera a ser un acelerador.